En la era digital, donde el acceso a la información es inmediato y las herramientas de escritura automatizada están al alcance de todos, evitar el plagio se ha vuelto una preocupación central para estudiantes, docentes y creadores de contenido. Una de las prácticas más comunes para “esquivar” el plagio consiste en reemplazar palabras por sinónimos, con la idea de que si no se copia literalmente, ya no se infringe ninguna norma.

Pero ¿es esto cierto? ¿Cambiar algunas palabras basta para considerar un texto como original? ¿Qué dicen las instituciones educativas y los detectores de similitud al respecto?

En este artículo analizamos en profundidad si el uso de sinónimos es una técnica válida para evitar el plagio, cuáles son sus limitaciones y qué estrategias realmente funcionan para parafrasear con ética y claridad.

¿Qué es el plagio y cómo se detecta?

El plagio consiste en usar ideas, textos o trabajos ajenos sin atribuir la fuente, haciéndolos pasar como propios. No se limita a la copia textual; también incluye:

  • La reproducción de estructuras argumentativas.
  • El parafraseo superficial sin mención al autor.
  • La traducción sin referencia a la fuente original.
  • El uso de contenido generado por inteligencia artificial sin declarar.

Las universidades, editoriales y plataformas digitales utilizan sistemas de detección de similitud (como Turnitin, Plagscan o Copyleaks) que analizan no solo el texto literal, sino patrones de redacción, estructura y reformulaciones.

Por lo tanto, simplemente cambiar palabras no garantiza evitar la detección ni la sanción, especialmente si el contenido conserva la forma y fondo del texto original.

¿Por qué reemplazar palabras no es suficiente?

El sentido y la estructura permanecen iguales

Cambiar una palabra por su sinónimo no modifica la idea central del texto. Si el contenido original se mantiene en esencia, sigue siendo necesario atribuir la fuente.

Ejemplo:

Texto original:

  • “La contaminación del aire provoca graves problemas respiratorios en la población urbana.”

Supuesto parafraseo con sinónimos:

  • “La polución atmosférica causa serios trastornos pulmonares en los habitantes de las ciudades.”

Aunque las palabras sean distintas, la idea es exactamente la misma. Si este fragmento se toma de una fuente sin citar, sigue considerándose plagio.

No se demuestra comprensión

El verdadero parafraseo implica entender el texto y explicarlo con tus propias palabras, no solo sustituir términos. Cuando se usa una herramienta para cambiar sinónimos automáticamente, el resultado puede sonar incoherente, forzado o incluso inexacto.

Un estudio de Elsevier (2023) mostró que el 47 % de los casos de plagio detectado en artículos académicos correspondían a paráfrasis mecánicas sin referencia, muchas realizadas con herramientas automáticas.

¿Qué puede ocurrir si se recurre solo a sinónimos?

En contextos educativos o profesionales, esta práctica puede tener consecuencias negativas:

  • El texto puede ser marcado por los detectores como plagio disfrazado.
  • Los docentes pueden percibir incoherencias léxicas que evidencian falta de autoría real.
  • El lector puede notar que el estilo no es natural, lo que afecta la credibilidad.
  • Se pierde la oportunidad de desarrollar pensamiento crítico, ya que no se genera contenido genuino.

Además, algunos detectores modernos —como GPTZero o Copyleaks AI— no se limitan a buscar coincidencias literales, sino que analizan patrones y comparan estructuras para identificar contenido alterado superficialmente.

¿Entonces cómo parafrasear correctamente?

El parafraseo efectivo no se trata de cambiar palabras, sino de reformular desde la comprensión, respetando el sentido original y atribuyendo la fuente.

Recomendaciones:

  • Lee el contenido original varias veces hasta comprenderlo completamente.
  • Escribe la idea con tus propias palabras, sin mirar el texto fuente.
  • Usa una estructura diferente: cambia el orden de los elementos, introduce ejemplos, agrega contexto.
  • Cita siempre la fuente de la idea, aunque esté parafraseada.
  • Evita usar solo sinónimos o reformuladores automáticos sin edición.

Ejemplo de paráfrasis correcta:

Según datos recientes, los altos niveles de contaminación en zonas urbanas están vinculados con un aumento de enfermedades respiratorias crónicas (González, 2024).

Aquí se ha conservado la idea, pero expresada con otra estructura, vocabulario y atribución adecuada.

¿Qué herramientas pueden ayudar, pero no sustituir el juicio humano?

Aunque no son infalibles, existen herramientas que pueden apoyar el proceso de reformulación y detección:

LanguageTool o Grammarly (en español): detectan repeticiones y ayudan a mejorar el estilo.

QuillBot: útil como punto de partida, pero siempre debe editarse y complementarse.

Turnitin Draft Coach: permite verificar similitud antes de entregar un trabajo.

DeepL Write: ayuda a reescribir textos manteniendo el sentido, pero requiere revisión crítica.

Lo ideal es usar estas herramientas como complemento, no como solución automática.

¿Qué dicen las instituciones educativas?

La mayoría de las universidades han actualizado sus políticas de integridad académica para dejar claro que el parafraseo superficial no es suficiente y que toda idea ajena debe atribuirse, incluso si está reformulada.

En 2025, la Universidad Autónoma de Madrid publicó una guía donde establece que “el uso de sinónimos sin una reestructuración profunda y sin fuente citada se considera una forma de plagio encubierto”.

Esto refuerza la necesidad de enseñar y practicar habilidades reales de escritura y comprensión lectora.

Conclusión

Cambiar palabras por sinónimos no es una estrategia válida para evitar el plagio. Al contrario, puede crear una falsa sensación de originalidad y comprometer la integridad académica o profesional del autor.

La verdadera originalidad se construye entendiendo las ideas, expresándolas con una voz propia y reconociendo el trabajo de los demás. Parafrasear bien no solo evita el plagio, sino que mejora la calidad de la comunicación y fortalece el pensamiento crítico.

La honestidad en la escritura no comienza al citar, sino al comprender.

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